lunes, 12 de diciembre de 2016

ESPÍAS


Iba en el metro.  El vagón estaba hasta arriba.

Pensaba en mis cosas, en la nada en realidad.
Un hombre se subió tras una parada. Era un poco más alto que yo, gordito, calvo y con barba de unos días.

Vestía de manera un tanto desaliñada.

No me fijé mucho en él hasta que sacó un duplicado de tarjeta de teléfono. Estaba dividida en partes.

Sacó su móvil, uno de esos viejos. A continuación cogió el duplicado de su tarjeta y se la metió en la boca. Se la tragó.

Mi cerebro empezó a conspirar. Aquel hombre me recordaba al islamista que en la primera temporada de "Homeland" acusan de homosexual.
Era un terrorista seguro. Se tragó la tarjeta porque contenía información confidencial.

Su mal aspecto era una tapadera.

En cuanto a su móvil. Era uno de esos viejos que no tienen internet. Seguramente para que nadie le localizase.

Al salir del metro partirá el teléfono y lo tirará en una papelera como Gus Fring en "Breaking Bad"... - Pensé.


Sacó otro teléfono - ¡Joder, tiene dos! - Me dije a mi mismo.

No daba crédito a lo que veía, era partícipe de una película de espías a centímetros de mi.

El tren se detuvo. El hombre dejó pasar a otras personas.

Una vez lo hizo, sacó la tarjeta de su boca y la colocó en uno de los dispositivos. Después, lo encendió.

No se había tragado la tarjeta.

Toda la historia que había creado en mi cabeza no era cierta. ¡Maldita sea!

Me quedé con las ganas de presenciar una película de espías, pero de las de verdad.


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