sábado, 11 de febrero de 2017
LA OTRA REALIDAD
Creo que ya no podemos vivir sin redes sociales. Esto es así.
Me gusta mirar Twitter, Facebook, Instagram... Pero ¿esto a condicionado realmente mi vida?
La respuesta es, sí.
Me da la sensación de que no podría vivir sin ninguna de ellas. Ahora bien ¿estaríamos dispuestos a perder nuestra conexión con el mundo? ¿Estaríamos (en definitiva) dispuestos a peder nuestra marca personal que forjamos en las redes?
La respuesta probablemente sea, no.
Aunque hay gente que aún puede vivir si ellas.
Personas con teléfonos móviles sin internet, que utilizan únicamente para llamar o simplemente personas que resisten a estar conectados, por no tener, no tienen ni teléfono.
Ayer estaba en el metro. Antes de subirme vi a un hombre sentado en un taburete. Estaba mirando hacia donde abrían las puertas.
Iba vestido de manera elegante y con un crucifijo colgado del cuello.
Una vez me subí al vagón el hombre comenzó a divagar.
- Porque los niños, esos sí son buenos. Les haces una putada y te responden con una sonrisa. Sí, sí, con una sonrisa.
Como de costumbre, iba leyendo pero no podía concentrarme en la lectura, aquel hombre soltaba un monólogo cada vez más intenso y estremecedor.
- ¡En este metro, sin ventilación! ¡El ébola! ¡El dengue! ¡vamos a morir todos! Eso es lo que nos merecemos, ¡morir!
Había viajeros que reían, otros sin embargo, como yo escuchábamos atónitos.
- Ellos lo controlan todo, nuestras tarjetas de crédito, nuestros movimientos bancarios. Los teléfonos, esos que tanto usáis, están controlados. Lo saben todo sobre nosotros.
No paraba de solar cosas por esa boca. La conspiración se adueñaba de él.
Fue entonces cuando pensé en las Redes Sociales, en las conexiones, en todo aquello que nos rodea. Sí, definitivamente estamos controlados.
Los anuncios en Google que nos aparecen según nuestros gustos o las páginas que visitamos, saben como nos relacionamos...
Creo que daría para mil post sobre asunto.
Después de todo aquel hombre que muchos viajeros tomaron por loco, a mi no me lo pareció tanto.
Me bajé del metro. El hombre siguió con su parlamento y mientras los viajeros volvieron a sus casas entretenidos.
Ahora pienso sino estaría mejor sin móvil.
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