martes, 14 de febrero de 2017
UNA HISTORIA DE AMOR
Durante todo mi vida mi padre me ha llevado los domingos a los mercadillos.
Como éramos de Oviedo, el mercado de "El Fontán" era una cita ineludible para nosotros, amantes de las reliquias y los productos de segunda mano.
Libros, figuras, películas, cromos, siempre había algo que nos encandilaba y que nos acabábamos llevando a casa.
Pero no sólo en El Fontán se podían encontrar productos de segunda mano.
Como en todo buen mercadillo que se precie, también se vendían enseres de todo tipo, camisetas, calcetines, zapatos, zapatillas de deporte e incluso muñecos.
Cuando éramos niños, mi hermano y yo coleccionábamos (aparte de Masters del Universo auténticos) Bootlegs.
¿Y qué son Bootlegs? Son recreaciones de figuras originales pero hechas con muy mal gusto y con productos de baja calidad "Luchadores", "Amos del Universo" y "Tortugas Guerreras" (o algo similar) abanderaban las imitaciones.
Por aquel entonces, una joven gitana de unos dieciocho años, tenía un puesto de ese tipo de muñecos junto con sus padres.
Muchos domingos, nuestro padre por trescientas pesetas nos compraba alguna de esas figuras de acción.
La joven siempre era encantadora y atenta con nosotros.
Pasaron los años y nosotros fuimos creciendo, apenas parábamos por ese puesto ya que nos habíamos obsesionado con los comics de "X-Men" y "Dragon Ball".
Pasado un tiempo, un día me encontraba con unos amigos en el McDonalds de la calle Uría de Oviedo. Era sábado tarde - noche. A eso de las nueve.
Nosotros teníamos como toque de queda las diez y apurábamos nuestras hamburguesas.
Entonces llegó la gitana de los muñecos. Me miró y sonrió. Se sentó en una mesa próxima a nosotros.
Iba vestida de gala, aquello parecía ser un momento importante.
Fue entonces cuando apareció otro chico también gitano con una bandeja con dos McMenús. Creí conocerle.
Ella le miraba radiante, feliz. Probablemente aquella fuese su primera cita.
Pasaron un par de años y vi a aquella mujer con una prominente barriga.
En ese periodo de tiempo en que no la había visto se había casado y esperaba su primer hijo.
Dejé de volver por Oviedo. De ir los domingos al Fontán. Pasó bastante tiempo.
Sin quererlo, sin esperarlo, me volví a encontrar con aquella mujer. Tenía dos hijos más.
Un total de tres.
Ella ya no me reconocía pero yo a ella sí. La vi feliz, sonriente. Daba besos a sus pequeños en la cabeza.
Su negocio había cambiado, ahora vendía lencería para mujeres de bajo coste y ya no en pesetas sino en euros.
Sin quererlo, a lo largo de diez años de mi vida había sido testigo de una historia de amor.
Probablemente haya muchas más que se puedan contar.
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