A lo largo de nuestra vida muchos de nosotros hemos tenido mascotas. En nuestro caso, mi hermano y yo tuvimos, perros, gatos, peces, tortugas, hamsters, periquitos, canarios e incluso llegamos a tener un par de tritones y renacuajos.
Quien ama a los animales sabe que estos no eligen a sus dueños, les da igual como seamos, ellos quieren a quienes les den cariño.
Siento una complicidad total con los perros y me gusta tener siempre a uno o dos a mi lado, aunque ahora viviendo en la gran urbe tener un pequeño amigo de aventuras es algo complicado.
Durante un tiempo sin embargo solía ir por el rastro. Me gustan mucho ver los puestos y por supuesto, comprar diferentes objetos, libros y figuras que decoren mi hogar.
En una ocasión, buscando en una montaña de libros me topé con uno titulado "Los cuidados de mi hamster y cobaya".
No sé por qué, me dio por abrirlo. Una vez lo hice, encontré entre sus páginas la fotografía de un hamster y su jaula.
Me pareció maravilloso, increíble. Rápidamente pregunté por el precio del libro.
- Un €uro .- Me respondió el vendedor.
Sin dudarlo, me lo adjudiqué.
Mientras volvía a mi casa y hasta el día de hoy he estado pensando en quien sería el propietario de ese libro, que habrá sido de ese pequeño roedor (muy probablemente haya muerto) y como llegó ese libro a ese puesto.
Es fascinante como se puede llegar a querer a un animal. Como (probablemente) esa persona habría recibido ese hamster como regalo o quizás lo hubiese comprado; sin duda, su propietario, quería esmerarse en que el animal fuese fuese feliz.
Quizás ese libro era de alguien que vivía en Zamora, Zaragoza, Valencia o San Sebastián, pero... ¿cómo llegó ese libro a un puesto perdido en el rastro de Madrid?
La verdad que éstas preguntas no tienen respuesta. Al menos a mi me dan para pensar, para creer que tras esa fotografía hay una pequeña y bella historia. La de un dueño hacia su mascota.
Ahora bien, podemos pensar en lo que queramos, podemos pensar que todas estas conclusiones son erróneas, pero al menos lo que está claro es que esa fotografía significó mucho para mi.
Me pareció un tesoro oculto dentro de un libro que (en principio) no tenía ningún tipo de transcendencia.
Madrugar aquel domingo y darme una vuelta por el rastro madrileño mereció la pena.
Y es que sin que lo sepamos, las mejores historias (como de costumbre) están a la vuelta de la esquina.
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