Me gusta hablar con la gente. Además, no me digáis por qué muchas veces me preguntan por calles, direcciones, da igual la ciudad donde esté.
Quizás, tengo aspecto de estar siempre orientado, con la capacidad que tengo yo para perderme...
El otro día sin ir más lejos estaba en la estación de autobuses de Oviedo. Ya no recuerdo si iba o volvía a Madrid.
Fui al baño. Me dirigí a uno de los urinarios y allí había un señor sexagenario. Rápidamente entabló conversación conmigo.
- ¡Cagon en Dios! ¡No podía más! Desde Cangas de Narcea aguantándome.
- ¿Cuánto es eso hora y media? .- Le dije.
- ¡Qué va! Dos horas.
- ¿Y no había baño en el autobús?
- Que va hijo.
- Bueno al menos ya te has desahogado.
- ¡Y lo que me queda!
Concluí de orinar y me fui.
Otra anécdota. Iba en el metro. Nada más entrar al vagón un hombre me habló.
- ¿Este va a sol?
- Sí, tres paradas y estamos.
- Ah...Oye hoy juega el Atlético de Madrid ¿no?
- Creo que sí, he visto a gente con camisetas y banderas.
- El equipo es polaco, o ruso, igual es belga...
- Pues no lo sé señor, no he seguido mucho éstos días el fútbol.
- A mi me gusta mucho el fútbol, ¿sabes?
En ese momento fue cuando me di cuenta que debía de frenar la conversación. Me iba a dar la chapa de mi vida.
- Ya, ya... - Respondí.
Me di la vuelta y continué mi camino.
Como he dicho líneas atrás no sé por qué la gente me habla. A mi no me importa hablar con ellos, después de todo comunicarnos es una de las cosas que nos hace estar vivos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario