"Mula" ("The Mule" - Clint Eastwood (2018)), estamos de acuerdo en que no se trata de la mejor película de su realizador.
No pasa nada, no siempre tenemos que esperar ver una obra maestra.
Sinceramente, creo que este es el mal que azota a las redes sociales, sobretodo, en esta era de internet donde la inmediatez y las ganas de pasar a lo siguiente apremian más que cualquier otro tipo de circunstancia.
La historia de un anciano, de profesión jardinero que a inicios de los dos mil (concretamente dos mil cinco) no quiere que su producto aparezca en internet y que años después caiga en la ruina, haciendo de su única salida el poder traficar con drogas, puede parecernos incluso hasta interesante.
Lo que sucede, es que nos deja de impresionar porque últimamente estamos saturados de historias, que nos hablan del narcotráfico, desde los puntos de vista más rocambolescos que podamos recordar.
En este caso, el Earl Stone (por cierto basado en un personaje real) bien podría ser un paralelismo de aquel Walt Kowalski de "Gran Torino" (Ídem - Clint Eastwood (2008)) con diez años de diferencia.
Ambos, veteranos de guerra, racistas y (sin quererlo) rodeados de una sociedad latina a la que no terminan de comprender del todo.
No olvidemos que Clint, es conservador y quizás, en cierta medida, se esté interpretando así mismo.
Muchos grandes de la historia del cine lo han hecho y lo seguirán haciendo, así que después de todo no me parece mal en absoluto esa decisión.
Por otro lado, está la puesta en escena de la película. Siempre me ha gustado el estilo Clint. Sin grandes alardes en cuanto a movimientos de cámara, aceptando los recursos tal cual son, plano contra plano, cámara muy encima de los personajes y una combinación perfecta a la hora de marcar el tempo.
He leído en internet, que la duración de la película ha parecido excesiva a algunas personas.
A mi se me ha parecido bastante dinámica y no la creo en ningún momento carente de ritmo o que se alargase en exceso y eso que fui a verla a última hora de la noche.
Ahora bien, pensemos que quizás, los tiempos están cambiando y que al igual que al protagonista de la película, nos comiencen a pillar a contrapié aquellas duraciones superiores a noventa minutos.
Y es que cada vez más, somos ávidos espectadores del formato serial entre los cuarenta y cinco y cincuenta minutos.
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