Me da la sensación que esta "Gor II: Fuera de la ley de Gor" ("Outlaw of Gor" - John "Bud" Cardos (1988)), se hizo a prisa y corriendo tras el relativo éxito de la primera entrega.
Digo relativo, porque su predecesora tampoco es que hiciese grandes números de ventas o de taquilla, pero sí fue lo suficientemente rentable como para otorgarle una secuela.
El protagonista de la primera historia el profesor Tarl Cabot ha regresado del planeta Gor. En su día a día no puede olvidar lo que allí vivió y ni mucho menos a Talena, de la que sigue completamente enamorado. Tal y como sucedió en la primera entrega, Cabot es trasladado mágicamente al planeta Gor, pero esta vez no lo hará sólo, sino que lo hará con una especie de Sancho Panza, su amigo Watney.
Una vez en el planeta se reencontrará con viejos amigos y por supuesto con Talena con la que volverá a intimar.
Y es que en Gor, Tarl es considerado un héroe casi a modo de mesías procedente de otra dimensión (algo que puede llegar hasta ser cierto).
Todo se complica para él cuando es acusado de asesinar al rey intentando demostrar su inocencia a medida que avanza el metraje.
Torpe en su concepción, "Gor II: Fuera de la ley de Gor", cuida muy poco ciertos aspectos como las secuencias en Nueva York, de hecho, la secuencia inicial entre Cabot y Watley no puede ser de peor gusto estético y de puesta de cámara, así como otras resoluciones como el momento en el que le acusan de matar al rey; tanto es así que tenemos que hacer un esfuerzo mental para pensar que algo dentro de esa secuencia sea creíble.
Por otro, lado Jack Palance como Xenos, el malo de esta historia, lo único que hace es pasearse de un lado para otro y poner caretos sin creer realmente en lo que está haciendo (y no es de extrañar).
Si hay personas que no les gustó la primera entrega esta saga, esta segunda parte se les va a hacer aún más cuesta arriba porque además, intenta combinar la acción con el humor introduciendo al personaje de Watley y lo que hace es convertirlo en ridículo, sobretodo en la escena final nuevamente en Nueva York mientras discute con unos policías.
Ponerse a verla ya es de completismo extremo, pero si quieres ver todo aquello que produjo la Cannon en su momento debes de verla.
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