Cuatro horas y media de viaje son bastantes para pensar.
No hace dos horas que he llegado al hotel y lo único que me nace es escribirte esta despedida.
Espero estar a la altura.
Aún no me hago a la idea que no estés entre nosotros.
Tan buena, noble y generosa como eras Lucía, o Lu como te llamaban tus más cercanos.
De verdad que lo intento, pero no me salen las palabras.
Esta noche me he despertado pensando en ti.
Me pregunto cómo será ese viaje que te ha tocado recorrer y que tú has sabido llevar hasta el fin de tus días con optimismo, con una sonrisa y siempre con la idea de hacer nuevos planes.
Has viajado, has disfrutado de cada instante de vida.
Nada te frenaba, ni siquiera esa maldita enfermedad que no quiero mencionar.
Para mí, eres un ejemplo de lo que me gustaría llegar a ser en la vida.
Por desgracia no soy ni la mitad de lo que tú fuiste.
Eras grande, muy grande, has dejado el listón demasiado alto, para mí, inalcanzable.
Gracias por todos estos años de amistad, por nuestras charlas, por intentar saber el uno del otro aunque kilómetros de distancia nos separasen.
De hecho, me dibujaste una preciosa acuarela con un bonito mensaje en su cara trasera y que quiero dejar aquí a modo de recuerdo.
Ese gran detalle ha hecho que la llama de nuestra amistad nunca se apague.
Gracias por abrirme tu corazón.
Eres y serás oro Lucía, de ese que resplandecerá siempre en nuestros corazones.
Única e inigualable, te quiero mucho amiga. DEP.
No hay comentarios:
Publicar un comentario