lunes, 24 de diciembre de 2012

FIN DEL MUNDO

Han pasado varios días desde el fatídico día anunciado (supuestamente) por la civilización Maya. Aquí sigo, y me imagino, que si estás leyendo esta entrada todavía sigues vivito y colenado.

Nunca he creído que esto se fuese a acabar, pero los medios de comunicación se lo han pasado muy bien a lo largo de este año para meter (a los más ingenuos) el miedo en el cuerpo.

Como he citado en mi anterior post he pasado unos días en Barcelona por asuntos laborales. Para desplazarme solía utilizar el ferrocarril ya que era lo más cómodo para moverme.

Durante esos tránsitos de tiempo que suponían cada uno de los viajes, me encontraba con diversos personajes igual de carismáticos e igual de entrañables que los del metro madrileño.

Entre todos, cabe destacar un hombre de unos cincuenta largos que acompañaba a otro de unos ochenta y seis.

Como digo, me encontraba sentado en uno de los asientos dirección a Plaza de Cataluña. Una vez allí, un anciano se sentó frente a mi, a su lado un hombre de unos cincuenta y algo que no apartó la mirada de la mujer que había en frente suyo y en consecuencia, a mi lado.

Entre todo lo que dijo habló del fin del mundo, del paro, los bancos, de los políticos, todo con una mezcla entre catalán y español que no era capaz de comprender.

- Mira el por ejemplo tiene... - Dijo mientras señalaba al hombre que había a su lado.

Después se dirigió a él directamente.

- ¿Cuántos años tienes?

- ¿Qué?

- ¿Qué cuántos años tienes tienes?

- Noventa y cinco.

- Que no hombre que tienes ochenta y seis. No sabes ni lo que dices.

Después la señora se levantó y salió del vagón con lo cual el hombre se dirigió a mi.

- ¿Lo ves? ochenta y seis años. Ya no tiene nada que perder, pero tú y yo eh, si esto se acaba, lo perdemos todo.

Volvió a hablar rápido y sin vocalizar, no era capaz de entenderlo.

A los pocos segundos el ferrocarril llegó a Plaza cataluña, me tenía que apear.

Antes de irme me despedí.

-¡Feliz fin del mundo!

El hombre comenzó a reírse.

-¡Feliz! ¡Feliz!

Mientras, su octogenario acompañante se quedó dormido.

Subí las escaleras mecánicas que daban acceso a la salida y pensé que era imposible que el mundo se acabase el día veintiuno, ya que personas así no podían dejar de existir. Y así fue, no me equivocaba.

jueves, 13 de diciembre de 2012

LA PARRA QUE SE FUE

Pecosa, su ordenador y su antiguo sofá.
Cuando comencé en este universo bloggero no tenía demasiadas visitas a pesar de que mi amigo César me animaba a escribir. Evidentemente, tampoco contaba con comentarios de los lectores.

Un buen día, una chica majísima comenzó a leer mis entradas. Se hacía llamar Pecosa y tenía un blog llamado "Desde la Parra".
Comentario tras comentario, y post tras post logré tener a mi primera amiga Bloggera.

Una noche decidí dejar el mundo blogger.Mi partida duró año y medio aproximadamente, no le vi sentido a seguir escribiendo. No me despedí de nada ni de nadie, sólo decidí desaparecer.
Entre las personas que dejé olvidadas fue a mi amiga bloggera Pecosa.

Pasado un tiempo decidí que era el momento de volver. Cree un nuevo diseño, una plantilla que me gustaba más y decidí volver a empezar. Escribí en los comentarios de los blogs que solía hacerlo, descubrí que Petardy seguía en su mundo, que Tío Carlos se había cortado la coleta y que mi otro gran amigo Stultifer seguía al pie del cañón.

A Pecosa le mandé un email. Me respondió como el primer día, como si el tiempo no hubiese pasado. Entendió perfectamente mi ausencia.

Una parra.
El año pasado estuve en Barcelona, le escribí un mail por si podíamos tomar un café. Lo leyó tarde y no pudimos vernos, cuando me respondió yo ya no estaba en la ciudad.

Por casualidades del destino, la semana próxima la pasaré entera también en Barcelona. Así que de las primeras cosas que he hecho ha sido escribir a mi amiga bloggera para poder tomar ese café que nunca hemos tomado.

Rápidamente recibí una respuesta diciéndome que ahora vive en Argentina.
Entré en su blog, "Sigo en la Parra"  http://sigoenlaparra.wordpress.com/ (que ahora escribe desde la Patagonia).
He leído los post que tenía atrasados que hablan de su partida, de su nueva vida allí y la verdad que me he llegado a emocionar. Me alegra que existan personas valientes que le den un vuelco a sus vidas.

En el email que nos hemos cruzado, hablamos del café que una vez más no nos vamos a poder tomar. Aunque queridos seguidores y lectores (ocasionales o no), estoy seguro que algún día ya sea aquí o en Argentina habrá un momento para ese café.

Desde aquí le deseo mucha suerte a Ratman y a Pecosa en esta nueva etapa.

lunes, 10 de diciembre de 2012

LA ÚLTIMA LECCIÓN

Randy y su genial novela.
Quien tiene un amigo tiene un tesoro (o eso suele decirse). Yo tengo uno que vale su peso en oro, ese es mi amigo Víctor Hugo.

Nos conocimos en la época del colegio, el era un ligoncete, majo, abierto y muy buen estudiante. Yo, por el contrario era regordete, bajito y un desastre en cuanto a lo académico se refiere. Sinceramente, éramos completamente incompatibles, pero conectamos desde el minuto uno.

Desde muy pronto me di cuenta de su nobleza. Era una de esas personas que se preocupaba por sus amigos y por todos aquellos que tuviese a su alrededor, daba todo sin pedir nada a cambio.

Una vez terminado el colegio nuestros caminos tomaron rumbos opuestos. Yo me fui a estudiar a Ponferrada y él tomó su vida profesional encaminada al ejército.

En uno de esos viajes a lo largo y ancho del mundo, Víctor conoció a la que a día de hoy es su esposa Elena, una bella mujer tanto por dentro como por fuera que conquistó el corazón de este asturiano aventurero.

Así que mi buen amigo se ha pasado éstos últimos años viajando de Estados Unidos a España hasta que finalmente ha decidido fijar su residencia en nuestro país, algo de lo cual estoy muy contento puesto que así (egoístamente) puedo verle con mayor frecuencia.

Meses antes de su boda, Víctor hizo una fiesta en su casa. Una vez allí, con varios grados de alcohol en nuestro cuerpo me llevó a su habitación.

- Te voy a dejar un libro, otro a tu hermano y otro a Laura. - Dijo.

(Laura es la novia de mi hermano).

A ellos les dejó un libro de Alberto Vázquez Figueroa y otro de Julio Verne respectivamente.

Víctor me miró a los ojos y dijo.

- Kiko, para ti "La Última Lección".

Una vez nos entregó los libros se dirigió a los tres:

- Eso sí, me los tenéis que devolver cabrones.

Pasaron varios días y comencé a leer la novela. Dicho libro es un texto autobiográfico de Randy Pausch ilustre profesor universitario al cuál le detectan un cáncer de páncreas terminal.
Una vez detectado el cáncer, tras una conferencia,  Randy, decide dejar a sus hijos su mayor legado, una última lección, en la cual cuenta para bien y para mal todas las cosas que le han sucedido en la vida y que le han hecho superarse.

No sé por qué Víctor pensó que este libro me gustaría, cierto es, que acertó. El libro me atrapó y no lo pude dejar.

Después de leerlo reflexioné mucho sobre las cosas que me han pasado éstos últimos años, en priorizar, en saber cuáles son las cosas que de verdad tienen importancia y cuáles no.
Así que desde aquí le doy las gracias a Víctor.

Desde entonces, a cada cumpleaños que voy regalo un ejemplar de "La Última Lección" esperando que ayude a quienes como yo de vez en cuando necesitan dar un empujón a sus vidas o ver las cosas de otra manera.

Ahora, dejando un poco de lado la novela en sí, destaco la última lección que me ha dado mi amigo Víctor.

Como he citado con anterioridad, hace poco ha decidido casarse. Esto sería un suceso aislado sino fuese por la manera que decidió hacerlo.
Montó un convite y una fiesta de tal manera que pudiesen ir sus amigos y no se gastasen ni un mísero Euro.
No pidió regalos, no pidió dinero y organizó todo sin crear ningún tipo de inconveniente a los invitados. Él nos regaló uno de los momento más importantes de su vida sin pedir nada a cambio, para Víctor nuestro regalo era que asistiésemos a su boda y fiesta posterior.

Esta semana quedaré con él, aunque no me haya pedido regalo, ni dinero, ni nada parecido algo le va caer porque se lo merece; pues bastante regalo tengo yo al contar con su amistad.

P. D. Aún no le he devuelto el libro.