lunes, 22 de abril de 2013

EL EXPRIMIDOR

El "exprimidor" conflictivo
Hace ya un tiempo que resido en Madrid. Desde entonces he ido de casa en casa y durante esas estancias (algunas prolongadas en el tiempo y otras no tanto) he ido adquiriendo diversos objetos.

Durante una tempora conviví con unos amigos de Oviedo. Ellos, en su casa (que luego también fue mía) tenían un exprimidor.
La verdad, es que siempre me ha parecido un buen aparato de cocina, ya que hay pocas que me gusten más que hacerme un zumo a mitad de mañana.

Continuando. Como no sabía como funcionaba le pregunté a mi amigo Arango como tenía que hacer  para que funcionase. A lo cual el me respondió:

- Pues así como está.

Como él me dijo que debía exprimir las naranjas es tan cuál veis en la foto que os coloco arriba.

Así, que durante tres años, me he pasado exprimiendo naranajas con ese embellecedor que ahí véis que sirve únicamente para repeler el polvo.

Pero claro, tonto de mi, no lo he descubierto hasta hace un mes. Mi compañero de piso actual, Agustín me dijo:

-¿Qué haces exprimiendo así las naranjas?

- ¿Cómo? .- Le respondí.

- Pues con el cacharro ese.

Así, sí.
Quité el embellecedor y sorpresa, las naranjas se exprimían sin demasiado esfuerzo. De la otra manera apretaba y apretaba y tampoco salía tanto zumo.

Así que la broma que me gastó mi amigo Arango ha durado la friolera de tres años. Tiene que estar contento, su humor es más duradero que el de los Hermanos Marx.



lunes, 15 de abril de 2013

¿PARA QUÉ SIRVE UN ABONO DE TRANSPORTES?

Dos mil trece está dando mucho de sí y parece que ni siquiera tengo tiempo para escribir. Muchas veces voy en el metro o caminando por la calle y me suceden cosas.

Muchas ellas me gustaría poder trasladarlas aquí pero no encuentro ni el momento ni el lugar para hacerlo con tiempo y sobretodo paciencia.

Una de esas cosas que me suceden os parecerá una tontería pero al menos espero que os arranque una ligera sonrisa.

Esperaba el metro. Delante mío había un tipo de unos sesenta y cinco años (soy muy malo calculando edades) que no paraba de realizar gestos raros con su boca.

A medida que me iba acercando me fijé en que tenía algo de los dientes, comida para ser más exactos.
Como no tenía otra manera de quitárselo mientras esperaba el transporte urbano, ni corto ni perezoso sacó su abono mensual y comenzó a modo de hilo dental a sacarse el incómodo (pa'luego) cuerpo extraño de entre sus dientes.

Me di cuenta de que sus encías sangraban. No me extrañó, puesto que tenía los dientes negros de fumar. Fue en ese instante, cuando descubrí, que el abono mensual de pensionista servía para algo más que para viajar.