sábado, 8 de febrero de 2014

PELUQUERAS

Jean, tú si que sabes.
Siempre he sentido una cierta atracción hacia las peluqueras. No sé el por qué, pero así es. Lo curioso es que nunca ha cabido la posibilidad que pudiese intimar con ninguna.

Mi hermano, que es más ducho en esto del amor que yo, si estuvo saliendo con una (bien maja por cierto) y sentía una profunda envidia.

La peluquería, el lugar del amor.
Todo esto viene a que hace unos años, vi una película de Patrice Leconte titulada "El Marido de la Peluquera". En ella, su protagonista Antoine (interpretado por Jean Rochefort) fantaseaba durante toda su vida con compartir su amor con una profesional del cabello.

Casualidades de la vida, el pasado noviembre coincidí con Patrice Leconte en el Festival Internacional de Cine de Gijón. No intercambié ninguna palabra con él puesto que no quería que pensase que era un fan loco.

Patrice Leconte, amante de peluqueras como el critter.
Durante esos días que duró el festival me di cuenta que era un tipo cercano, humano, agradable y que estaba siempre de buen humor.
Gastaba bromas, hacía esgrima con su paraguas los días de lluvia y hablaba con todo aquel que se le acercaba.

Además, al igual que yo, también dirigía películas. Entonces pensé que Patrice y un servidor teníamos más cosas en común de las que pensaba.
Me enamoré de él como ser humano. Una pena que yo sea tan introvertido y no acercase para charlar sobre nuestro amor hacia las peluqueras.

Por cierto, si podéis, ver su último trabajo "A Promise" una preciosa película basada en un relato del genial Stefan Zweig. Un filme como los que ya no se hacen.

martes, 4 de febrero de 2014

DESPISTES

Como el nombre de la entrada indica soy un tanto despistado.
Si bien puedo estar con alguien una tarde en un grupo tomándome algo y encontrarme con esa persona días después y no asociarla; me puede pasar también que salga a comprar algo y volver a casa sin ello porque estoy pensando en cualquier otra cosa.

Por lo que tengo entendido, eso no es ser despistado, sino que tiene más que ver con no poner especial atención a lo que uno está haciendo realmente.

La mayoría de mis despistes pueden ser pasables (o perdonables) cuando no traspasan ciertas fronteras.

Siendo un adolescente, quemé la cocina de mi casa después de dejar una sartén con la vitrocerámica aún encendida tras cocinar unas croquetas de pollo marca 1 del Carrefour.

Pero lo que me pasó hace poco no tiene nombre.

Hice la cena y creía haberlo cerrado todo, pero aún así me seguía olíendo a gas. (Mi nueva cocina es con fogones con lo cual estaba un tanto asustado).

No le di mayor importancia, ya que tras haber comprobado varias veces no escuchaba ningún escape, pensé que quizás tuviese que ver con un problema de ventilación.
Como medida de precaución dejé una ventana de la cocina abierta.


Seguí con mi vida, cené, me acosté y me fui a trabajar.

Por la tarde noche recibí un mensaje. Mis compañeros se dieron cuenta que había dejado el gas encendido prácticamente un día.

Me asusté de verdad. La pude haber liado bien. Les podía haber pasado algo y no me lo hubiese perdonado nunca.

 Quizás, va a ser cierto eso que debo de prestar mayor atención a ciertas cosas del día a día.