domingo, 12 de abril de 2015

ID DONDE QUERÁIS

Últimamente no suelo ir mucho en metro. Prefiero desplazarme ya sea andando o en bicicleta. Tengo que reconocer que con el mal tiempo soy un tanto perezoso y sí utilizo el suburbano madrileño cuando podría prescindir de el.

El otro día estaba a un par de paradas de mi casa. Leía un libro de Kafka mientras me dejaba llevar por el transporte y por las palabras del escritor húngaro.

Se abrieron las puertas de mi vagón. Entro un hombre ciego al que vi de reojo. Le dejé pasar sin levantar demasiado la mirada de la lectura.

Al cabo de unos segundos escucho.

- Hola Miguel, ¿ya tenemos lista la cena esa? La verdad que llevo esperando toda la semana y tengo muchas ganas.

La fuerte voz llamó mi atención. Era el hombre ciego. Llevaba puestos unos cascos y mandaba mensajes de voz a través de su móvil.

Pasaron unos segundos. El hombre escuchaba lo que le decían. Volvió a hablar.

- ¿Se suspende? Vaya por Dios, con las ganas que tenía. Organizamos otra cena pronto. Hasta luego.

En ese instante me giré, miré al hombre. Me entristecí con él.

Llegó mi parada, bajé del vagón.

El hombre siguió su camino.




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