sábado, 17 de agosto de 2019

MIDSOMMAR

Ari Aster es uno de esos directores que llega para quedarse.
Tanto es así, que durante dos años consecutivos nos ha regalado dos películas imprescindibles "Hereditary" (Ídem - Ari Aster (2018)) y esta que hoy comento "Midsommar" (Ídem - Ari Aster (2019)).

Ambos filmes, comparten un cierto paralelismo. Una narrativa, a modo de cuento macabro, que bien podría ocupar cualquier biblioteca o estantería de videoclub.
A su vez, ambas películas, cuentan con con una inspiración o ideario vinculado a las leyendas, a las tradiciones orales y por supuesto, al costumbrismo.

Si bien "Hereditary" jugaba más con lo sobrenatural, en esta "Midsommar"Aster, nos propone un terror realista, inspirado en cierta medida en tradiciones ancestrales en las que se apoya, para conformar una narrativa propia y sin ningún género de dudas, peculiar.

A lo largo de la historia del cine, se ha tomado como punto de partida en innumerables películas, un elemento dramático que haga que el protagonista del film (en este caso una mujer) emprenda una huída hacia delante, que irremediablemente, es peor que lo que estaba viviendo con anterioridad.

En este caso, Dani (la protagonista), ha sufrido la pérdida de su hermana y de sus padres.
Todos han fallecido, tras consumarse el suicidio de su hermana a modo de inhalación de gas.
La joven siente que algo dentro de ella se ha roto y que no es capaz de salvar ese escollo, que no es otro que el encontrarse sola.
Intenta apoyarse en su novio Christian, quien irremediablemente se ve sumergido en una espiral de complaciencia hacia su novia que no es capaz de asimilar.
Es inmaduro, sólo piensa en estar con sus amigos, fumarse sus porros y hacer un viaje a Suecia tomando como excusa, la búsqueda de una temática para su tesis sobre antropología.
Incluso se ve instigado (en cierta manera) en invitar a su novia a Suecia, algo que en realidad le hubiese gustado hacer a él sólo. En el fondo (y no tan el el fondo) Dani, para él es un estorbo.

Tanto la pareja como Josh, Mark y Pelle (el anfitrión) viajan a un remoto pueblo sueco donde serán testigos de unas costumbres y ritos ancestrales, que en un principio parece chocarles, pero que finalmente aceptan como reglas del juego que han de cumplir.

Al igual que la anterior película de Aster, todo lo que vemos en pantalla tiene un por qué.
Nos da pistas con bordados y dibujos donde aparecen recreadas las escenas que veremos a continuación.
Y aunque la obviedad de esa muestra (esa regla del juego dentro de su cine) de pistas que nos lleven a una conclusión final, pueda ser en un principio confusa, se termina convirtiendo en un tercer acto memorable; donde Dani, la protagonista pasa a ser una más dentro de la comunidad del remoto pueblo sueco.
Incluso, llega a convertirse en la pieza más importante de un aquelarre diurno, donde el sacrificio es consciente en si mismo como un ciclo vital.


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