No sabría por donde empezar.
Todo lo que ha rodeado siempre a "Dune" me ha parecido complejo y difícil de entender.
No iba a ser menos que en esta nueva adaptación de la novela de Frank Herbert se me quedasen muchas cosas en el tintero.
Y es que no sólo debemos de tener en cuenta lo que viene a ser el argumento principal del filme, basado en la llegada de una familia al planeta Arrakis y su lucha como casa por establecerse, sino que debemos de contemplar que su realizador (además de guionista) Denis Villeneuve debe de explicarnos la mitología existente tras esta historia.
Algo nada fácil, puesto que debemos de ver como los protagonistas de este film no luchan sólo por situarse en un lugar inhóspito, sino que han de hacerse valer.
De hecho, el duque Leto a de marcar su impronta, a pesar de que por rango debería de ser un mero trámite su paso por el planeta arenoso de Arrakis, pero sin esperarlo, se encuentra con el Barón Vladimir Harkonen, quien querrá terminar con la estirpe de los Atreides y así hacerse con el poder del planeta y la producción de la especia. Un bien muy preciado no sólo en Arrakis, sino también en otros lugares.
Es entonces, con la muerte de Leto, cuando cobran importancia los dos sobrevivientes de su familia. Su hijo Paul, un joven muy especial, con el don de la clarividencia a través de sus sueños y su esposa Lady Jessica que además se encuentra embarazada.
A modo de viaje del héroe, Paul y Jessica emprenden una huida sin vuelta atrás por el desierto de Arrakis.
Una vez allí, se toparán con los gusanos de arena que son llamados por el sistema del tambor, (que no es otro que las pisadas) y que harán de su travesía cuanto menos, dificultosa.
Llegados a una zona rocosa darán con los Fremen.
Una especie humana caracterizada por la tonalidad de sus ojos (todos ellos los tienen azules) y que desde hace milenios tienen un contacto estrecho con la codiciada especia; y con los que además Paul tenía contacto en sus sueños.
En un enfrentamiento cuerpo a cuerpo con uno de los Fremen, Paul pasará de ser un inofensivo post adolescente a convertirse en el hombre que la casa de los Atreides esperan que sea.
Y es aquí en este punto, donde termina "Dune" (Ídem - Denis Villeneuve (2021)), dándonos a entender que habrá una segunda entrega, donde todo será más épico y donde veremos o no si Paul se convierte en el guerrero que esperamos que sea o si por el contrario, el Barón se hace con el poder de Arrakis.
Excelentemente construida, el "Dune" de Villeneuve poco tiene que envidiar al "Dune" (ídem - David Lynch - (1984)), que al igual que este, un tanto excesivo, poco tenía que envidiar al cine de ciencia ficción principios de los años ochenta del pasado Siglo XX, aunque adolecía de una conclusión precipitada, que el título actual no padece.
Villeneuve se toma su tiempo para explicar quienes son los personajes, el contexto, a dónde van... y para ello la calma cinematográfica reina en la cinta; tanto, que pensamos que la acción no va a transcurrir más allá de conversaciones trascendentales, o no.
Al final, cuando las cosas suceden, es cuando nos damos cuenta de que todos aquellos textos eran importantes y que tienen una coherencia narrativa con lo a continuación acontece.
Por otro lado, no puedo dejar de pensar en una referencia clara a la hora de plasmar el pasado de los miembros de la casa Atreides.
Que uno de ellos sea un torero y que ve lo que sucede desde el más allá; para mi, es una referencia clara a "El espejo" ("Zerkalo" - Andrei Tarkovsky (1975)).
El tempo cinematográfico, el narrativo, la forma de representar al toro, las esculturas ... todo encaja.
Eso es lo que realmente tiene significado en este film, más que los monstruos y la arena, es el trasfondo de unos personajes creados por y para la épica cinematográfica, incluso aquellos que no llegamos a ver.
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