Sin lugar a dudas, Federico García Lorca es uno de los autores más destacados dentro de nuestro panorama literario.
En los años treinta, antes de la Guerra Civil que terminó con su vida, el creador granadino escribió la conocida como trilogía lorquiana que completaban "La casa de Bernarda Alba", "Bodas de sangre" y la que hoy comentamos, "Yerma".
Esta obra cuenta la historia de Yerma, la protagonista de esta historia, que anhela tener un hijo, pero que Juan su esposo no es capaz de dárselo, probablemente debido a su esterilidad, algo que el hombre no asume.
Por allí, merodeando se encuentra Víctor un hombre bien parecido que directamente o no tontea con Yerma y que una vez leído el texto me da la sensación que no le importaría tener algo con la mujer.
Y es que la protagonista de esta historia vive en esa continua lucha del qué dirán y de cómo al estar casada vive condenada a se esposo, a pesar que este no le pueda proporcionar descendencia.
Algo latente entre las gentes del pueblo que cómo no, comentarán y juzgarán tanto la no descendencia de Yerma como su tonteo con Víctor.
También merodea por esta historia María, la amiga de Yerma que será de gran apoyo para la protagonista aunque esta no lo pueda ver, cegada por su deseo de ser madre.
El tercer acto está muy bien y la conclusión final de la obra es coherente con todo lo que sucede y que quizás se veía venir, puesto que Yerma culpa de su desdicha a un mal externo, afligida por una sociedad la de inicios del pasado Siglo XX incapaz de entender la vida lejos de los estándares convencionales.
Mejor juzgar que preguntar.