domingo, 9 de septiembre de 2018

ÉBANO

Me gusta leer todo tipo de libros. 
De un tiempo a esta parte me había fijado en el escritor polaco Ryszard Kapuscinski. 
Premio príncipe de Asturias de las letras, su obra, se caracteriza por ser novelas de corte ensayístico sobre diversos temas que para mi, poseen un cierto interés, puesto que habla sobre temáticas que a priori desconozco.

"Ébano" es la primera de sus novelas que cae en mis manos. En ella, encontramos a un Kapuscinski viajero, investigador, e involucrado con África y su cultura.
Dentro de la citada obra podemos encontrarnos con pasajes que nos hablan de las costumbres, leyendas o mitos de las diferentes poblaciones africanas, así como las desigualdades sociales o las maneras de vivir.

Como es bien sabido por todos, África es un continente de contrastes. Sabanas, desiertos, pobreza y riqueza se entremezclan, en un amalgama incomprensible para la gran mayoría de las personas que habitan en una sociedad occidentalizada y consumista.

Para los africanos, el mero hecho de existir y de vivir ya es un síntoma de alegría, sin embargo para nosotros, en ocasiones, es incluso un sacrilegio. El africano tiene otras cosas más importante por las que preocuparse. Si nosotros (por poner un ejemplo) tuviésemos que atravesar caminos abruptos o un desierto durante dos horas para conseguir agua, muy probablemente, nuestra perspectiva del mundo (y de la vida) variaría por completo.
Y es en ese apartado donde el escritor polaco nos sitúa, en la diferenciación de los contrastes, de las desigualdades y donde la vida de las personas vale en función del color de la piel.

Cuenta como en África, dependiendo tu status social vivirás en un edificio más alto o más bajo (las corrientes de aire en zonas elevadas son cotizadas) o como convivir a ras de suelo entre insectos y ratones es lo más común sino tienes recursos.

En ese aspecto Kapuscinski era uno más. Él no vivía en un lugar acomodado, en un lujoso hotel donde viese la vida en África desde la distancia. Él, vivía en esos cuchitriles donde los mosquitos y su inseparable malaria conviven en un día a día insostenible, atroz.
De hecho, la descripción de los síntomas de esa enfermedad puede que sea, uno de los pasajes más angustiosos de la novela, puesto que el escritor describe como la sufrió y cuáles eran sus síntomas, atrapándonos en una situación incómoda e incluso asfixiante.

Por otro lado, están los diversos personajes que se encuentra a su paso, un excéntrico español (originario de Valencia) que crea su circo particular, para llamar la atención de los africanos mediante un silbato y así lograr fotos memorables. Un tuareg, o un indigente que se hace su amigo tras darle varias limosnas.

En África nunca estás sólo, siempre puedes estar acompañado. Al igual que en el mundo occidental todo se mide por el interés, en eso si que puede que nos asemejemos. Quizás, sea ese instinto de supervivencia innato en el ser humano, quizás sea eso que nos une, aunque por propia moral deberíamos mirar a África, ese terreno yermo en terreno, pero floreciente de culturas (algunas de ellas aún viven prácticamente en la prehistoria) que deberíamos esforzarnos en conocer.

Kapuscinski me ha cautivado, conmovido, emocionado. Sin esperarlo, se ha convertido en uno de mis escritores de cabecera y no tardaré demasiado en leerme otra de sus novelas.
Además, el ensayo de corte periodístico es un género al que deberíamos de recurrir habitualmente como lectores, puesto que se aprende sin quererlo, a marchas forzadas y es que la inercia del conocimiento es así, silenciosa, llenándolos por dentro.

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