domingo, 13 de octubre de 2019

MIA


Hace unos años no pasaba por mi mejor momento. Fue la primera ocasión en la que sufrí un ataque de pánico.
En muchas ocasiones, este problema surge repentinamente sin que podamos controlarlo. Dos amigos míos también lo padecieron y nunca encontraron una explicación al origen del problema.
Uno de ellos no se subió a un tren cuando tenía que realizar un viaje y el otro no fue capaz de subirse a su coche.
En mi caso, mi problema era una angustia que me ahogaba y no me dejaba respirar.
Según la médico que me atendió, aquello fue producido por un estrés postraumático debido a un par de problemas que había tenido de ámbito laboral.

Aquella vez, también fue la primera en la que los ansioliticos aparecieron en mi vida para ayudarme a llevar mejor el día a día.
Tras las diferentes pruebas y ver que no me sucedía nada, realicé terapia y quien me atendió me recomendó, que debía de tener otra responsabilidad además de mi empresa para cambiar un poco mis hábitos. Una mascota sería la mejor de las decisiones.
Tener un animal conmigo, saber que depende de mi y que me ayudase a cambiar mis rutinas era lo más propicio.
Mi madre se encontraba conmigo en Madrid, así que me ayudó a buscar a la mascota que mejor se adecuase a mi nueva vida.
Miré en internet y busqué donde hacerme con un perrete. Encontré una tienda donde vendían perros. Ponían online vídeos de los que tenían disponibles para que los pudieses ver.

Por aquel entonces estaba indeciso, no sabía si un Bulldog Francés o un Carlino era lo que quería. Finalmente me decidí por el Bulldog. Fue entonces como si algo me atrapase.
Uno de aquellos vídeos me fascinó. Había una Bulldog preciosa que me enganchó por completo.
Mi madre y yo fuimos a aquella tienda. Le metí prisa, no quería que me la quitaran. Nada más entrar pregunté donde estaban los Bulldog Francés. Me dirigí a la sección y allí estaba ella. De entre todos aquellos peludos MIA se lanzó contra el cristal. La conexión fue instantánea, brutal, parece como si estuviésemos conectados de por vida. Y así fue.
Me la llevé. Y os aseguro que lo que me ha dado ese animal pocos lo han hecho.

MIA vivió los primeros meses de su vida conmigo en Madrid. Fue mi amiga, mi compañera. Pasamos de que no pudiese tocar el suelo de la calle por ser un cachorro a andar sus primeros pasos por la gran ciudad.
Con cinco o seis meses una dermatitis comenzó a afectar a su piel. Había entrado el verano y podía que aquello fuese una de las causas.
Aprovechando que tenía que viajar a Cantabria a grabar me llevé a la perrita. Haría una parada previa en Asturias para que la atendiesen. Fuimos a nuestro veterinario habitual. Nos comentó que la perra estaba muy estresada (muy probablemente debido al caos de Madrid) y que debía de empezar un tratamiento.
Mi madre se ofreció a atenderla durante un tiempo y así lo hicimos.
Pasaron un par de meses hasta que se recuperó. El veterinario nos aconsejó, que si queríamos que la perra no volviese a pasar por aquellos episodios lo mejor sería que no bajase más a Madrid.
Yo quería bajármela, era mi perra y la necesitaba a mi lado, pero mi madre me convenció para que MIA no volviera a la gran urbe. Lo principal era su salud. 

Así que la pequeña Bulldog pasó el resto de su existencia en Asturias. Durante mis viajes estos años, he ido saliendo con ella y hemos corrido mil aventuras. Entre ellas, cuando a penas tenía un año y medio subimos el Picu Monsacro, siendo la primera Bulldog francés documentada en conseguir tal hazaña.
MIA era una perrita maravillosa, inquieta, muy inquieta, pero muy cariñosa.
Cada vez que entraba por la puerta de la casa de mi madre se me lanzaba encima, me daba lametones y se hacía pis de la emoción.
Me miraba con su estrabismo como diciéndome.

- ¿Dónde estabas? Te echaba de menos.

Muchos han sido los días en los que me he acordado de ella. Hasta la llegada de Ripley y Wicket soñaba con MIA, a pesar que sabía que no podía volver conmigo.
Al menos siempre me quedaba la buena sensación de un paseo largo por los parques de La Fresneda, reírme con lo tragona que era o no dejar de sorprenderme cuando se subía a una silla que tenemos en la entrada y aprovechaba para llamar al timbre cuando quería entrar.

Soy muy perrero, mascotero o como lo queráis decir. Creo que tener un perro a tu lado es de las mejores cosas que a uno le pueden pasar. Sobretodo, porque a ellos les da igual que seamos feos o guapos, altos o bajos, gordos o delgados. Estos seres, darán la vida por nosotros y serán nuestros mejores amigos. El amor incondicional que nos procesarán será mayor y más sincero que el que transmiten algunas personas.
Así que si lo estás dudando, no lo hagas y decídete. Tener una mascota es una de las mayores experiencias vitales que puede sentir un ser humano. En mi caso, MIA me salvó la vida cuando creía que no me iba a levantar.
Ella no lo supo nunca, o quizás sí. Para eso los animales tienen un sexto sentido.
DEP amiga MIA. Gracias por haber estado en mi vida. Te sigo queriendo y te querré siempre con toda mi alma.


1 comentario: