miércoles, 21 de agosto de 2019

UTOYA. 22 DE JULIO

A lo largo de la historia del cine son muchas las películas basadas en hechos verídicos.
En la mayoría de las ocasiones, dichos acontecimientos son fatídicos y son recibidos por el espectador casi como un acto informativo o una ficción documentalizada.

Este "Utoya. 22 de Julio" ("Utoya. 22. juli" - Erik Poppe (2018)) realiza una escenificación de lo sucedido en la isla Noruega que da título a la película el 22 de Julio del año 2011, donde Anders Behring Breivik mató a setenta y siete personas e hirió a más de cien.

Breivik (con una mentalidad de extrema derecha) atentó previamente una bomba en Oslo donde también dejó varios muertos y heridos a su paso.
Con la policía alerta por este hecho inicial, el asesino se trasladó a la isla de Utoya donde vestido de policía abatió a cientos de jóvenes que participaban en un campamento de verano vinculado al Partido Laborista noruego.

El film, nos cuenta la incertidumbre de aquellos jóvenes que huyeron como pudieron de aquel tirador y su lucha por la supervivencia.
Con un plano secuencia magistral, Erik Poppe filma de una manera realista, próxima al documental, la vivencia de aquellos adolescentes que quedarán dañados psicológicamente de por vida.
La utilización del fuera de campo, dejándonos como espectadores en el mismo lugar que los protagonistas, hace que no puedas separarte en ningún momento de lo que acontece en pantalla.
La búsqueda de Kaja (la protagonista) de su hermana a la que no logra encontrar, nos hace sumergirnos en un viaje del héroe, en el que la joven, deberá luchar contra una serie de desdichas para lo que terminará siendo (irremediablemente para los personajes) un fatídico final.

El poderío del primer plano como recurso cinematográfico, el uso de la Steadycam, a la cual no le importa en absoluto perder el cuadro, ni el foco, porque nos hace partícipes en todo momento de lo que acontece, hacen de esta película única.
Gracias a este recurso somos uno más de los jóvenes que estuvieron en Utoya y esa es una de la virtudes que tiene esta película.

Destacable, es a su vez, la dirección de fotografía y con ello la recreación de la situación.
Colores fríos, plomizos, apagados, en una isla repleta de árboles y humedad, donde los caminos embarrados son un elemento más dentro de esta historia. En ellos uno se cae, se llena de barro e incluso impide que el tránsito por esos parajes sea incómodo para los chicos que intentan huir.

Kaja, en su viaje, intentará salvar a distintos personajes mientras busca a su hermana. Una hermana, con la cual, previamente, ha tenido el típico conflicto entre adolescentes y que también intentará luchar por su vida.
Gran película que se proyectó en su momento en la Berlinare.

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