sábado, 27 de noviembre de 2010

LAS MUJERES DE ÉBANO

Solía viajar en autobús. Mi precaria situación económica y mis múltiples viajes hacían que mis travesías en este medio de transporte se multiplicasen.

Iba a Extremadura. La noche anterior, un festival, vía mensaje a mi móvil me envió el siguiente escrito:

- "El Festival XXXX te comunica que mañana a las doce de la mañana en el ?????? será la entrega de premios. Estás invitado".

Como pude miré las combinaciones pertinentes y decidí viajar. De la que iba, llamé a mi amigo Toni que reside en Don Benito y aprovechando la coyuntura, pasaría el fin de semana con él y la que a día de hoy es su esposa.

Una vez me monté en el autobús, me alegré porque parecía que por una vez me tocaba viajar sólo.

Cual fue mi sorpresa cuando una mujer africana se puso a mi lado. Una vez se sentó no me importó demasiado puesto que tenía pensado dormir todo el trayecto.

A medida que avanzaban los minutos y por tanto los kilómetros, la mujer ocupaba más mi posición.  Inclinándose y apoyándose sobre mi.

Sutilmente, con mi hombro, la iba empujando a un lado, intentando que se diese por aludida. Pero no había manera.

Llegamos a la parada. Me tomé una café. (Algo que nunca debí hacer porque me puse aún más nervioso).

Volvimos a entrar en el autobús. Fue entonces cuando la mujer se desató.

Se inclinaba sobre mi poniendo su trasero en pompa y restregándomelo por el brazo. Mi posición contra el cristal era cada vez era más claustrofóbica.

La mujer me intentaba meter mano y yo mientras, como podía, la quitaba.

Desesperado, la empujé con violencia hacia un lado casi cayéndose de su asiento, me dio la sensación de que se percató de mi incomodidad. Su acoso cesó.

Una vez llegamos a la ciudad extremeña, me apeé del bus. Caminé hacia los taxis y vi que la mujer me seguía. Rápidamente me metí en uno.

Hace unos días, dos o tres años después de ese percance me cogía un autobús rumbo a Asturias.

En ésta ocasión fui yo quien llegó a última hora al autobús, casi lo pierdo.

Los papeles se invirtieron y ahora era una mujer africana la que se encontraba junto al cristal.
Me sonrió. La saludé y me senté.

A los pocos minutos noté que su pierna se juntaba contra la mía intentando llamar mi atención.
Somnoliente,  abrí los ojos, sólo veía sus extensiones rojas, azules y amarillas. Volvió a golpearme, entonces fue cuando me di cuenta de lo que quería mostrarme.

Su pantalón ajustado hacía que su ranura interglútea se viese por completo. No llevaba ningún tipo de ropa interior.

Volví a recordar mi tortuoso viaje a tierras extremeñas.

La mujer volvió a insistir en un par de ocasiones. Me hice el dormido. Al poco se dió por vencida.


Al menos ésta me dejó dormir un rato.

3 comentarios:

  1. Eres irresistible para la gente de color. Vamos, que eres una divinidad para los negros. Seguro que en las calles te asaltan para venderte figuritas de madera tallada.

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  2. Iba a decir lo mismo. Está claro que estás predestinado a emparejarte con una africana ardiente y culona. Éxito asegurado.

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  3. STULTIFER: Sí, parezco el maná de ébano.

    PECOSA: Estoy muy bien soltero, gracias. Parece ser que el amor está reñido conmigo.

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