Mi madre solía decir que hay personas que siempre piensas que van a estar ahí, como el sol, pero llegado a un momento determinado, sin esperarlo, un día en la que su luz se apaga.
Ese instante te deja tan descolocado, incluso, es difícil digerir que no volverás a ver a esa persona.
Gene Hackman no era una persona cercana a mí, ni mucho menos, pero he crecido viendo sus películas y eso puede que me haga sentir que ha estado cerca.
Hackman no necesitaba ser un actor de una belleza extrema o ser un intérprete con unos rasgos particulares; si nos damos cuenta, el actor estadounidense lucía un aspecto físico próximo al de cualquier americano medio.
Quizás, esa latente cercanía era lo que hacía que muchos entrásemos en sus interpretaciones de una manera directa.
Muchos serían los títulos que me marcaron, aunque si tiramos de nostalgia infantil, quizás pre adolescente, puede que me quede con "Hoosiers: Más que ídolos" ("Hoosiers" - David Anspaugh (1986) en donde Hackman interpretaba al entrenador Norman Dale, quien agarraba las riendas de un modesto equipo de Indiana y lo encumbraba a la alta competición.
Esos valores del esfuerzo, el sacrificio y la búsqueda de nuestra mejor versión, fueron para mi capitales en mi desarrollo personal cuando era pre adolescente.
El cine, sin ningún género de dudas nos forja como personas.
Somos víctimas de lo que vemos, de lo que leemos y por supuesto de lo que vivimos.
No sé si aquella película de David Anspaugh cambió algo en mi mente, pero sí fue capital para mi capacidad de entender que únicamente con sacrificio se consiguen las cosas.
Las batallas del día a día son las que hacen ganar guerra.
Olvidándonos del fatídico final de Gene Hackman que ni siquiera quiero mentar en esta entrada, únicamente quiero hacer hincapié sobre la figura a un actor formidable y recordarle como el motivador Norman Dale que me enseñó a luchar a pesar de la adversidad.
DEP.
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